Lágrimas en la noche
Durante la redacción de los contenidos de la Casa Natal de Blas Infante, era habitual que Benito Trujillano —Cronista Oficial de Casares y responsable facultativo del proyecto— me llamara a las seis de la mañana. Yo solía estar ya trabajando en el diseño de las unidades temáticas.
—Oye, Juanjo, anoche se me olvidó decirte que en el texto sobre el periodo de la detención y el asesinato de Blas Infante, en el firmamento se podían ver los meteoritos de las Perseidas cayendo. Eso es todo, luego hablamos. —Y colgó.
Aquel detalle, aparentemente anecdótico, introducía una dimensión simbólica inesperada. La coincidencia entre un hecho histórico y un fenómeno natural abría la posibilidad de conectar el dato con una emoción, y la información con una experiencia visual.
Ese fue el punto de partida de una reflexión más amplia: cómo los datos, normalmente tratados como elementos neutros o técnicos, pueden adquirir una capacidad expresiva si se integran en un lenguaje visual que despierte empatía y comprensión.
La psicoinfografía como herramienta interpretativa
De esa idea surge el concepto de psicoinfografía: una forma de representación que combina precisión informativa con capacidad narrativa. Su objetivo no es solo mostrar hechos, sino revelar la dimensión humana que contienen. Frente a la infografía tradicional —centrada en la objetividad y la claridad—, la psicoinfografía incorpora elementos visuales y simbólicos que permiten experimentar el dato como un relato.
El panel dedicado a los últimos días de Blas Infante ejemplifica esta metodología. La cronología —detención, traslado, ejecución— se organiza mediante líneas luminosas inspiradas en la caída de las Perseidas. Cada suceso se enlaza con el anterior formando un dendrograma del destino, donde el tiempo no se percibe como una secuencia, sino como una tensión que culmina en la ruptura final. Las fechas dejan de ser marcas neutras y se convierten en puntos de impacto, en destellos que permiten comprender la densidad emocional de los acontecimientos.
Aplicaciones en memoria y museografía
En el ámbito de los museos y centros de interpretación, la psicoinfografía ofrece un nuevo enfoque para representar contenidos complejos. Permite visualizar la memoria sin depender exclusivamente del texto o la imagen fotográfica, condensando información, emoción y atmósfera en una misma estructura.
Es especialmente útil en exposiciones dedicadas a temas como la memoria democrática, la identidad cultural o el cambio social, donde los hechos históricos no pueden desvincularse de la experiencia humana que los acompaña. Mientras la visualización de datos busca neutralidad, la psicoinfografía reconoce la subjetividad como parte del conocimiento y del proceso de comprensión.
Diseñar con empatía
El diseño de una psicoinfografía requiere una aproximación empática. El diseñador actúa como intérprete visual de una memoria colectiva, traduciendo emociones en estructuras comprensibles. No se trata de dramatizar los hechos, sino de dotarlos de un contexto sensible que facilite la identificación y la reflexión.
En este sentido, la psicoinfografía puede entenderse como una forma de poética aplicada al conocimiento: un espacio donde los datos comunican significados que van más allá de la cifra o la cronología.
Perspectiva neurodivergente
La psicoinfografía también puede entenderse desde una perspectiva cognitiva. Quienes procesan la información de manera no lineal —lo que se denomina neurodivergencia— tienden a percibir patrones, relaciones y ritmos visuales con mayor intensidad. Esta forma de pensamiento, lejos de ser una limitación, amplía las posibilidades expresivas del diseño.
En mi caso, concebir una infografía no significa ordenar el mundo, sino sentirlo visualmente: percibir las ideas como colores, movimientos o densidades. Esta forma de percepción influye en la creación de psicoinfografías, donde la intención es que el espectador no solo entienda un contenido, sino que lo experimente.
Hacia una expografía inclusiva
El futuro debería integrar esta mirada plural. Un espacio donde la información no se imponga como verdad única, sino que invite a múltiples formas de interpretación; donde los datos no solo se lean, sino que se sientan; donde el diseño sirva para conectar conocimiento y emoción.
En ese contexto, la psicoinfografía se presenta como una herramienta eficaz para traducir la complejidad del pasado en experiencias comprensibles y memorables.
Porque, en ocasiones, un gráfico no solo informa: también recuerda, advierte y acompaña.




Muy interesante y creativa la combinación de varías disciplinas.
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